Diario de la Route 1

Justo antes de la pandemia, viajamos a Los Ángeles para probar los nuevos Mustang. Y para hacer un viaje con el Convertible.

Desde Los Ángeles (Estados Unidos) – Hace 20 años, mi trabajo era ser editor de Información General en el diario Ámbito Financiero.

En “Mámbito”, como le decíamos con cariño al diario, me pasaba buena parte del día peleando con una redactora que estaba a mi cargo. A Lola Tyrrell no le gustaba mi manera de editar sus notas. No le gustaban los títulos que le ponía a sus textos. Odiaba mi criterio periodístico. Y cuestionaba hasta los epígrafes que acompañaban las fotos que ilustraban sus artículos.

Por supuesto, terminó ocurriendo lo más previsible: nos pusimos de novios y nos casamos. Pero eso pasó mucho después. En aquellos primeros meses de trabajar juntos, Lola detestaba todo lo que viniera de parte mía. Menos mi auto.

En 1999, tenía un Peugeot 205 CTi, un cabriolet rojo con carrocería de Pininfarina y un motor 1.9 16v, con 130 caballos de potencia.

Ese descapotable fue el primer cómplice de nuestras salidas a escondidas. Los jueves cerrábamos la última edición de la semana y nos escapábamos con el CTi a la ruta. En el pasacassette -ya se habían inventado los CDs, pero ese Peugeot de 1992 venía con casetera– siempre sonaba “Californication”, el mejor disco de los Red Hot Chili Peppers.

Recorrer California en un cabrio y escuchando a los Peppers fue un sueño que pudimos cumplir 20 años después. Lola aprovechó mi viaje a Estados Unidos para cubrir el Salón de Los Ángeles y, cuando mi trabajo terminó, se apareció en la puerta del Hotel Intercontinental con el mejor regalo de aniversario: un Ford Mustang Convertible, que alquiló en Hertz.

¿Y qué pasó después? La idea, desde el primer momento, fue recorrer algunos tramos de la Route 1. Es la famosa ruta costera del Pacífico, que une las ciudades de Legget (al Norte) con el Cabo San Lucas (al Sur). Son más de 3.000 kilómetros por algunas de las mejores playas y paisajes de Estados Unidos. Atraviesa ciudades superpobladas -como Los Ángeles, San Francisco y San Diego– pero también extensas zonas desérticas, en la Baja California.

Salimos tranqui. Sin la intención de batir ningún récord. Y sabiendo que en ningún momento el plan sería recorrer los 3.000 kilómetros de ruta. Estábamos festejando los 20 años desde que nos pusimos de novios y la única idea era celebrar.

En los días previos me había dado el gusto de manejar por las montañas que rodean a Newcomb’s Ranch a las dos versiones más exclusivas del Mustang: el Bullitt y el Shelby GT500 (como se publicó en ediciones anteriores de Lubri-Press). Por eso, la versión que eligió Lola para el viaje me pareció más apropiada para este plan: un Mustang Ecoboost Convertible.

Tiene un motor 2.3 turbo, con 290 caballos de potencia y 440 Nm de torque. Era una versión con restyling (Model Year 2019), que estrenaba la nueva caja automática de diez velocidades. Ford declara una velocidad máxima de 230 km/h y una aceleración de 0 a 100 km/h en 5,8 segundos, pero no me molesté en confirmarlo.

El plan siempre fue pasear, crucerear y disfrutar. No se me ocurre un auto más indicado para eso. Tiene toda la facha del Mustang, brinda el placer de andar en un cabrio durante el otoño de California y ofrece el genial consumo del Ecoboost: sólo 10 litros cada 100 kilómetros. ¿La única contra? Sonaba bien para ser un cuatro cilindros, pero nada comparado con los V8 que había manejado días antes.

¿Y qué tal el viaje? El álbum de fotos habla por sí mismo.

C.C.