El futuro de los autos

Sobre el Ford Mustang y el Sero Electric

Tenemos el privilegio de presenciar un momento inédito de la industria automotriz. Nunca antes se habían cruzado tecnologías tan diferentes por las calles. Disfrutemos, esto será histórico.

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“De Tín Marín, de Dó Pingüe, CúcaraMácara…”

“De Tín Marín, de Dó Pingüe, CúcaraMácara…”

Opuestos complementarios.

Opuestos complementarios.

En diez años de historia, el garage de Lubri-Press nunca había estado tan concurrido. La coincidencia de dos modelos tan exóticos y opuestos, como el Sero Electric y el Ford Mustang GT atrajo a todo tipo de personajes en estos días.

Estábamos los del equipo de siempre, con el refuerzo uruguayo de Rodrigo Barcia y ese artista de la imagen, llamado Luciano Cianni. Pero también llegaron amigos y toda clase de curiosos, que conocen las coordenadas de la Lubri-Cueva.

El Mustang era lo primero que miraban, por supuesto. Es un auto de una espectacularidad previsible. Pero se sorprendían mucho más al ver el Sero Electric. Eso sí que no lo esperaban. Es el primer auto eléctrico fabricado en serie en la Argentina, made in La Matanza.

Así, de manera natural, la charla que comenzaba girando en torno al sonido del V8, terminaba con pensamientos acerca del avance ineludible a los autos eléctricos. “Esto es el futuro”, “llegaron para quedarse”, “era hora de empezar a verlos por acá”, “necesito uno para todos los días”, eran las frases más comunes.

Tenemos el privilegio de presenciar un momento inédito de la industria automotriz. Nunca antes se habían cruzado, por las calles, tecnologías tan diferentes. Disfrutemos, porque esto será histórico.

Nunca antes hubo tantos fabricantes de autos en el planeta. Y nunca antes hubo ideas tan disímiles para definir el concepto del Auto del Siglo XXI.

Nadie duda de que, en el futuro, el automóvil seguirá siendo el medio clave para la movilidad de las personas. ¿Pero cómo será ese automóvil? Nadie lo sabe. O, para mejor, todos creen saberlo: sólo que no se ponen de acuerdo.

Este momento bisagra también se aprecia en el calendario de eventos.

El mes pasado, por una extraña casualidad, se celebraron al mismo tiempo dos encuentros tan opuestos como complementarios: Autoclásica, en San Isidro, y el Salón de Vehículos Eléctricos, en Puerto Madero.

En los dos lugares nos encontramos con el mismo fenómeno: grupos de emprendedores –argentinos, inquietos, creativos, locos, geniales- con ideas fabulosas sobre ruedas.

En San Isidro estaban los fabricantes de autos artesanales, que esperan la reglamentación definitiva de la Ley que les permita comercializarlos. Y en Puerto Madero estaban los fabricantes de vehículos impulsados por energías alternativas, que aguardan también el marco legal para poner en marcha sus proyectos.

Para variar, la inventiva argentina acelera más rápido que la burocracia administrativa. Ningún Gobierno se puede dar el lujo de coartar este momento único de ideas independientes e innovadoras. Sin que lo decrete ningún funcionario, ellos ya son la Marca País. El Estado tiene la obligación de despejar el camino para sus ideas.

Mientras tanto, desde la tribuna, los fanáticos de los autos disfrutamos de un espectáculo que no se repetirá. Estamos en una frontera donde conviven alegremente un V8 con un autito a baterías. Para quienes nos gustan los autos, no hay contradicción.

“GT Electric”, es todo lo que necesitamos.

“GT Electric”, es todo lo que necesitamos.

Pero que sea “V8 5.0 Plug-In”, por favor.

Pero que sea “V8 5.0 Plug-In”, por favor.

En estos días disfruté como un niño, manejando el Mustang y el Sero. Lo repito: no hay contradicción.

Los autos me gustan cuando me sorprenden. Cuando tienen carácter. Cuando son diferentes al resto. Y a estos dos les sobraba personalidad. También me gustan los autos cuando despiertan emociones. Eso es un poquito más complejo de desentrañar. Voy a intentar explicarlo.

La clave de la emoción que despierta el manejo de un auto radica en el vértigo que producen al conducirlos. El Mustang necesita una autopista vacía para lograrlo. Al Sero le alcanza con viajar a su vibrante velocidad máxima de 45 km/h.

El secreto del vértigo no es la velocidad: es la escala en la cual se experimenta. Está en tu cerebro. Lo sabés desde la primera vez que te deslizaste, en pañales, al volante de un pata-pata.

Pata-pata, monopatín, skate, bicicleta, moto, Mustang, Sero. Personalidad, carácter y vértigo. Es todo lo que necesitamos para mantener viva la llama de la pasión sobre ruedas.

Lo mejor de este momento de transición de tecnologías es que, por ahora, nadie nos obliga a elegir entre un camino u otro. Podemos disfrutar de todos: compararlos, cambiar de opinión, mezclarlos, complementarlos.

Por eso, como siempre decimos en Lubri-Press: que el futuro nos encuentre con un eléctrico en la puerta de casa, para todos los días. Y con un V8, esperando el momento oportuno, en el garage.

Carlos Cristófalo