Misión, visión y valores: trilogía que nos hace fuertes

Por Carla Colombo

Cuando éramos chicos, solíamos pensar que si el mundo estaba en problemas, Superman, Batman, el Capitán América, desplegarían todo su arsenal de superpoderes para salvarlo y poner las cosas en orden.

Los villanos de entonces terminaban derrotados y los buenos podíamos volver a tejer historias: estábamos a salvo. ¿Qué tenían en común estos tipos en nuestro imaginario? ¿Qué los hacia creíbles, potentes, eficaces y superpoderosos? ¿Qué cosa era lo que nos hacía sentirnos parte de su lucha? Simple…

Nuestros queridos superhéroes tenían una misión que cumplir, proteger al mundo de los malos. Tenían una visión, una meta: soñaban con un mundo feliz. Y, sobre todo, eran buenos, grosos, fuertes, poderosos. Tenían valores que conformaban su identidad. La suma de estas tres cosas los hacia indestructibles.

Con los negocios sucede lo mismo. Toda empresa tiene un motivo de existir, un camino que seguir y pautas o directrices que le permiten definir y conservar su esencia. En otras palabras, una misión, una visión y valores.

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La mayoría de los dueños o directores de empresas están familiarizados con estos conceptos aún más, se han esforzado en desarrollarlos y trasmitirlos al personal; sin embargo, sucede que no siempre se logra desplegarlos e inculcarlos en la totalidad de la organización.

Esto se debe a que no alcanza con realizar un adecuado planteamiento teórico… redactarlos en el sitio web, incluirlos en los materiales gráficos o las carteleras de la compañía es solamente una parte del trabajo que se debería realizar. La clave está en definir una estrategia de comunicación interna.

En líneas generales, se suele comenzar a trabajar por la visión de la compañía, es decir, aquella imagen o aquel estado deseado al que la empresa quiere llegar.

Dentro de la filosofía de toda organización debe existir la visión de un dueño o director, que puede estar más o menos esclarecida y formalizada. Localizarla y escribirla de un modo sencillo puede ser la puerta de entrada al corazón corporativo. Ahora sí, con el objetivo a largo plazo definido, ubicar la misión de la compañía resulta más sencillo.

Esta debería establecer el motivo por el cual existe la organización. Una estrategia comúnmente utilizada para construir la misión del negocio, es hacerlo haciendo partícipes a las personas que forman parte del mismo.

De este modo, la idea final a la que se arribe no va a ser percibida como algo impuesto, sino como algo generado por todos y representativo de la realidad institucional.

Los valores, por último, son las virtudes con que cuenta la empresa, es decir, aquellas pautas que deberían guiar los comportamientos de los empleados.

Del mismo modo que la misión, es aconsejable entreverlos y seleccionarlos en conjunto para que el personal se sienta identificado con ellos.

En síntesis, la fórmula secreta, la más buscada, la menos divulgada, está en el consenso y la participación. Podemos ser héroes de entrecasa, si pensamos en el bien común.

 

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