Treinta años de una buena idea

La empresa de lubricantes de Fernando Colombo está de festejo. En esta nota repasa sus comienzos, a los 17 años, y cómo trabaja para mantener el estilo de una empresa familiar.

 

Fernando Colombo, junto a su padre, en la prehistoria de lo que luego sería Fercol.

Fernando Colombo, junto a su padre, en la prehistoria de lo que luego sería Fercol.

-¿Cómo surgió la idea de crear una empresa propia de lubricantes y cómo fueron los comienzos de Fercol?

-Fue casi por casualidad. Yo apenas tenía 17 años y me lancé al ruedo, a tratar de vender algo. Siempre me gustó la venta, lo hacía puerta a puerta. Mis clientes eran casas particulares o algún comercio o pequeña empresita que necesitara artículos de limpieza, que eran los productos que yo les acercaba.  Para ese entonces mi padre visitaba algunas pequeñas fábricas, tornerías, a quienes les vendía aceites de corte o muy específicos. El compraba los baldes y el aceite ya formulado en una empresa que se llamó Wamovi. Empezamos a compartir clientes. Apostábamos a quién de los dos vendería más por día. Aprendí mucho de él. Lamentablemente, esta relación laboral duró muy poco, ya que a los pocos meses de comenzada él murió. Fue ahí cuando fui a ver a Molinero y Walzuck, dueños de la fábrica donde él compraba. Ellos fueron mis mentores, los que me enseñaron lo que yo sé hoy en materia de aceites. Fueron los primeros en extenderme una cuenta corriente, los que aceptaban esos cheques inaceptables. En cuanto a la idea de empresa, grande o pequeña, yo siempre supe, desde chico, que seguramente, si había algo que yo no quería era trabajar en relación de dependencia. Todos en mi familia habían tenido siempre una cultura cuentapropista. Por lo tanto tenía que hacer algo que me permitiera desarrollar mis habilidades comerciales, armar algo con lo cual no tuviera que verme obligado a trabajar bajo el mando de nadie. El tiempo me dio  la razón. Misión cumplida.

La empresa fue pionera en ofrecer lubricantes en tambor, envases medianos y envases chicos entre los jobbers.

La empresa fue pionera en ofrecer lubricantes en tambor, envases medianos y envases chicos entre los jobbers.

-¿Cuáles fueron las dificultades de los comienzos y cuáles cree hoy que fueron las mejores ideas que se pusieron en práctica en la empresa para alcanzar las dimensiones que tiene hoy?

-Dificultades, muchas. En principio el tener que aprender todo sobre lubricantes, para poder asesorar con seriedad a mis clientes. Además, yo era el único encargado de visitar empresas, hablar con los técnicos y encargados de compras. Era el responsable de la preparación y envasado de la mercadería, tarea que recuerdo que realizaba sólo los sábados, todo el día. Era el chofer, el mismo que cargaba y descargaba, yo facturaba, iba al banco, compraba y pagaba. Hoy despego la vista de mi escritorio, miro hacia la planta y veo a cuarenta personas que trabajan en Fercol y todavía me cuesta creerlo. Como me casé muy joven, mi esposa se sumó enseguida a mi proyecto de vida. Ella acompañó siempre para adelante. Yo siempre fui muy arriesgado, siempre tuve ideas innovadoras pero más por visión innata del negocio que por razones empíricas. Y en cada uno de mis actos de arrojo ella estuvo conmigo. Y si algunas salieron mal, nunca me pasó factura. Al principio, aunque tuvimos tropiezos económicos, éramos nuevitos en el mercado y no podíamos hacer esperar a los proveedores. Nuestra línea de conducta era, y es, trabajar con seriedad y honestidad, transparencia. Así que muchas veces tuvimos que correr con los tiempos. Pero la realidad es que siempre fui y sigo siendo muy ordenado, por lo cual las cosas nunca me tomaron por sorpresa. En cuanto a ideas, siempre tuve muchas. No puedo parar de pensar, soy un continuo generador de cosas nuevas, de proyectos, siempre quiero hacer y hacer. Y ante cada momento económico, ante cada situación en particular, traté de aprovechar los nichos que se iban abriendo. Así, cuando empezó en los ‘90 el auge de los lubricentros, recorrí personalmente todas las calles del conurbano visitando uno por uno. Todavía no había cumplido los 30 y viajé a Estados Unidos. Allí creo que entendí un montón de cosas: la forma de trabajar, tan ordenada, tan a la vanguardia. Cuando volví compré mi primera computadora y un fax, cuando nadie tenía ninguno. Utilicé la tecnología cuando el resto todavía seguía escribiendo con birome.

-Fercol sigue siendo hoy una empresa familiar. ¿Cómo se conjugan estos valores con las necesidades propias de una gran empresa?

-Porque tenemos visión de gran empresa. Nos capacitamos mucho, hacemos cursos, hasta hemos hecho cursos de cómo gestionar una empresa familiar. Hace un par de años viajé a la Universidad de Bolonia y me empapé de sabiduría del viejo mundo a nivel industrial. Visité las megaempresas del norte italiano y aprendí mucho de ellas. Pero lo fundamental es que siempre miramos más allá de nuestras narices. Estamos muy pendientes de lo que hacen las grandes. De ellas extraemos lo bueno y tratamos de imitarlas. Y desechamos lo que no nos gusta y las hace burocráticas. Queremos funcionar como las grandes pero sin perder de vista el trato familiar que perciben nuestros clientes y proveedores. Este servicio es lo que nos hace diferentes en el mercado.

Hoy Fercol sigue siendo una empresa familiar, pero con 40 empleados.

Hoy Fercol sigue siendo una empresa familiar, pero con 40 empleados.

-¿Cuáles fueron los productos estrella de Fercol a lo largo de su historia y de qué manera surgieron como ideas para conquistar el mercado?

-Hemos tenido varios a lo largo de nuestra historia. Pero lo que constituyó una bisagra en nuestro abanico de productos fue el momento en que hicimos el desarrollo de los envases menores. Estuvimos meses diseñando botellas, bidones, etiquetas, colores, medidas, nombres. A la distancia vemos algunos y nos parecen obsoletos. Pero en un universo donde sólo se manejaba “el suelto” por tambor de 200 litros y el balde de 20 litros, aterrizar en el mercado siendo una marca poco conocida con botellitas, eso sí que dio que hablar. Para nosotros, todo un orgullo. El slogan, muy simple, decía: “Como los grandes, Fercol tiene envases chicos”. Hicimos mucho ruido en ese entonces, porque era un espacio olvidado que entramos nosotros para llenar. Sólo las compañías de renombre tenían esos envases lujosos y coloridos de medio o litro. Ninguno de nuestros competidores había hecho ni siquiera el intento.

-¿Cómo es la relación con los clientes históricos que siguen a Fercol desde hace 30 años?

-Los primeros clientes fueron empresas, industrias chicas en su casi totalidad. Muchos de ellos quedaron en el camino, devastados por algún mal gobierno de turno o por una ineficaz sucesión en sus mandos. Las que aún atendemos nos siguen siendo fieles. Algunas han crecido y mucho, otras fueron más austeras. Pero el trato con todos ellos sigue siendo tan cordial como hace treinta años. Aunque tengo que reconocer que ahora mis tiempos son un poco más acotados, pero muchas veces me dan ganas de volver a visitarlos (ahora a muchos los visitan mis vendedores) para charlar café de por medio, largo y tendido, como solíamos hacerlo. De todas formas, siempre trato de llamar por teléfono yo mismo pàra saber como le andan sus cosas, para que ese vínculo que supimos conseguir quede intacto.

La atención al cliente figura entre las claves del crecimiento de la firma de Fernando Colombo.

La atención al cliente figura entre las claves del crecimiento de la firma de Fernando Colombo.

-¿Cómo era el mercado argentino de lubricantes en los años ’80 y qué análisis hace de la evolución que experimentó hasta el día de hoy?

-Fueron los años de mis comienzos. Existían dos o tres compañías en el mercado que lideraban el sector, casi monopólicamente. Yo, como jobber, tuve que golpear muchas puertas para llegar a ellas. Eran las inalcanzables, aquellos monstruos mitológicos contra las que no se podía arremeter. Las empresas de segunda y tercera línea no podíamos hacerles ni sombra. Aunque, entre nosotros, la competencia era mucho más leal. Con el paso del tiempo se inundó el mercado de productos que no alcanzan el más mínimo nivel de calidad. Aparecieron marcas espúreas por todas partes hechas a medida para aquellos buscadores de precio y oportunidades. El mercado está bastante bastardeado. Sin embargo, estas marcas que aparecen tan rápidamente, tienen un brillo fugaz. El tiempo me ha dado la razón: trabajar en pos de la calidad y de servicio es sinónimo de éxito. El resto, es solo una ilusión vana de algunos aventureros que hoy apuestan a este negocio y mañana se dedican a vender fruta.

-¿Y de qué manera evolucionó el canal específico de los lubricentros?

-Los lubricentros aparecieron brillantes en el firmamento hace un par largo de décadas. Venían con todo el ímpetu de lo que recién se empieza, con la alegría de las ideas nuevas. En un mercado con unidades automotrices vetustas cayeron como anillo al dedo. Sin embargo, en muchos casos y con el correr del tiempo, en donde debió haberse invertido se dejó de hacerlo, se dejó de lado el servicio integral del automotor que fue su leit motiv. Me parece que no se supo aprovechar el auge de los vehículos nuevos; en donde se debió hacer un estudio para encontrar el lado flaco de aquel cliente que va al lubricentro, de indagar necesidades, de proveer cosas más allá de que se las demanden, no se hizo mucho. Por eso vemos hoy muchos de estos locales que supieron ser en su momento coloridos, plenos de mercadería, han virado y han pasado a formar parte del paisaje gris de la ciudad.

-¿Cómo van a festejar este aniversario?

Empezamos a festejar por adelantado. En el 2011 descubrimos que era el momento de cambiarle la imagen a la marca y unificamos colores, cambiamos envases, cambiamos las unidades vehiculares que tenemos en la calle y que llevan con orgullo nuestro logo rojo, azul y blanco. Y este año que estrenamos nos encuentra abocados en la ampliación de nuestras instalaciones: vamos a mudar la logística a un predio más amplio. En cuanto a aquellos que trabajan con nosotros, nuestro objetivo es seguir brindando siempre, fundamentalmente, servicio. Esta palabra, bien aplicada en todos los sentidos, es la premisa fundamental para que nuestro negocio siga siendo exitoso.